Bajo un cielo cálido y un murmuro expectante, mil asistentes se han reunido este sábado en el Estadi de Son Moix. La cita: un encuentro íntimo y salvaje con Manuel Carrasco. Vestido con una chaqueta de inspiración nativo-americana y los ojos delineados en kohl negro, el onubense ha irrumpido en el escenario como un relato viviente. Desde el primer acorde, Carrasco ha tejido puentes de emoción. Ha recordado su última visita a Mallorca, aquella noche en el Trui Teatre, cuando la sala desbordaba pasión. Esta vez ha duplicado esa intensidad: “más que duplicado” se ha escuchado en su propio discurso, al agradecer la entrega de un público fiel.

El repertorio ha viajado entre épocas: las melodías más antiguas han vuelto a encender la locura colectiva. Cuando ha sonado 'No dejes de soñar', el estadio se ha transformado en un coro multitudinario, lleno de manos alzadas y miradas cómplices. Pero también ha habido cabida para los temas recientes de 'Pueblo Salvaje', parte de su Tour Salvaje arrancado en mayo en Sevilla.

Ha habido momentos de cercanía sincera: gestos pausados, palabras directas, miradas que buscaban retratar a cada asistente. Ese Carrasco “desgarrado y honesto” ha conectado en un estadio grande, pero con la intimidad de una sala pequeña. La noche ha avanzado sin tregua. El calor, omnipresente durante toda la cita, no ha sido rival para las voces y los pies que no han dejado de bailar. Un ritmo febril que renacía en cada nota, un bailoteo colectivo que devolvía la energía a un artista entregado como pocos.

Cuando los últimos acordes se fundían con la oscuridad de la madrugada, ha quedado la certeza de una velada para recordar. No solo por los éxitos o la puesta en escena, sino por la intensidad emocional que Manuel Carrasco ha traído consigo al corazón de Mallorca. Una noche “salvaje” que no solo se ha vivido: se sintió.

FUENTE Y ENLACE A LA NOTICIA:CRONICA BALEAR

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